Cuenta la leyenda, que Ayar Manco sentía temor del gran poder de su hermano, Ayar Cachi. Un día, con engaños, Ayar Manco encerró a su hermano en una tenebrosa cueva. A pesar de esto, Ayar Cachi escapó de esta prisión pero con ayuda de unas enormes alas. Cuando Ayar Cachi avistó a sus hermanos, descendió y les dijo: "Hermanos míos, yo los perdono. Nuestro padre el Sol me envió para que les muestre donde deben fundar el Imperio. Vayan hacia allá, detrás de aquel alto cerro."
Luego, Ayar Cachi sacudió sus alas y voló hasta aquella cumbre que señaló guiando poco a poco a sus Hermanos. Una vez ahí, aterrizó lentamente y al tocar la tierra, se convirtió en piedra.
Esta es una leyenda que sólo conocen los abuelos de las zonas cercanas (Iquitos, Maynas, etc). Caballo Cocha era un pueblo que desapareció antes del apogeo del caucho (quizás hasta mucho antes). Actualmente esa zona es una lago en medio de la selva, hoy existe un “nuevo” pueblo del mismo nombre a pocos kilómetros de la urbe que fue (Loreto-Ramón Castilla, frontera con Colombia).
En ese tiempo Caballo Cocha era un pueblito de la colonia española, que tenía sus casitas, caballos y una iglesia con campanario, se cuenta que vino una catástrofe sobre el pueblito y que se hundió con todo y gente.
Cuando uno pasa cerca con dirección a Caballo Cocha, se escucha cerca a ese lago o cocha como también se le llama, el relinchar y galopar de caballos (de ahí su nombre Caballo Cocha), disparos, risas de personas y el sonido de campana de una iglesia, como llamando a la misa. Uno se acerca y no ve nada alrededor. Algunas personas han visto al acercarse al lago, debajo de él, sonidos como si habitaran gentes, como que los invitaran a participar de una fiesta o algo así.
Los viejos soldados que custodiaban la frontera a principios del siglo XX sabían de la historia, procuraban no pasar mucho por ahí, temían que sus caballos fueran atraídos y que luego se perdiesen. Hoy toda esa zona es monte, pantanoso y hay una cocha con aspecto no muy agradable.
Cuenta la leyenda que antiguamente había un hombre atormentado por el mal y que al morir, su alma impura y de un corazón mellado por el odio, empezó a vagar por la inmensa selva en busca de víctimas perdidas. Dicen que cuando el tunche se acerca, se escucha un intenso silbido, el cual anuncia la muerte de quien lo escucha.
El tunche al ser un alma en pena puede adoptar cualquier imagen para confundir a su víctima. Durante años el pueblo se ha ido llenando de testigos; quienes al escuchar el silbido de la muerte corrieron sin mirar atrás, abatidos por el miedo y buscando la primera luz de salida de la gigantesca selva.
En el sur del Perú, cuenta los locales de la ciudad de Cachiche – Ica sobre la “Leyenda de las brujas”, y es que es el único lugar donde podrás ver que se ha levantado el monumento de una “Bruja” (conocida a nivel nacional e internacional como la Doctora Corazón, puesto que practicaba la magia blanca como amarres, y la magia negra como el daño a otras personas), sobre un tronco de huarango (algarrobo).
Y es que la leyenda cuenta que la aparición de estas brujas fueron en la época colonial del Perú, puesto que migraban de Europa (la Santa Inquisición ordenaba quemar a quien se encontrara culpable por brujería), entre hombres y mujeres (brujos y brujas), una disputa entre ellos los llevo a separar, los brujos se fueron al norte, y las mujeres al sur, llegando a Cachiche – Ica.
Sobre esta misma Bruja se tejen varías leyendas, siendo entre ellas una de las más contadas por los nativos del pueblo de Cachiche: “Las brujas durante el día solían convertirse en árboles de huarango; es decir, se tenía un bosque de huarangos, el mismo que ha sido desforestado por un mal entender de un foráneo, y es que éste había propagado la noticia de que las brujas para evitar la tala de árboles pagaban en oro a quien lo intentara. Y es que este leñador, había encontrado oro dentro de un Huarango y éste pensó que las brujas estaban pagando oro para evitar ser cortada; cuando en realidad un ladrón que pasó por ahí había dejado esas pepas de oro, y cuando fue a recogerlas no las pudo ya sacar”.
El pueblo de Cachiche, que en un pasado fue sinónimo de hechicería, ha sido concebida como una zona mística porque las mujeres tenían poderes sobrenaturales que cualquier deseo para el foráneo era resuelto. Hoy por hoy en Cachiche, se practican brujería relacionada con la naturaleza y orientadas a la curación; los relatos son también parte del atractivo, así como el monumento de la Bruja, y aún no contado “Palmera de 7 cabezas”, ubicado en la misma zona de la Bruja de Cachiche (árboles que se introducen y salen de la tierra en forma de serpientes con un grosor de tallo de dos personas juntas).
El Yanapuma es un felino de la selva amazónica, un otorongo que tiene un exceso de pigmentación y que por eso su piel es totalmente negra, por ser una criatura rara se han contado muchas leyendas sobre sus poderes, se ha hablado que pueden ser brujos transformados en animales mediante pactos malignos, también que este felino se alimenta solo de sangre o de cerebros de humanos dejando el resto intacto dependiendo de la versión y la zona. Yanapuma significa traducido del quechua puma negro aunque también en algunos lugares lo conocen como runapuma o Puma hombre que hace alusión a las historias sobre brujos que adoptan esta forma, veamos ahora una de las historias sobre esta criatura: Los antiguos contaban una historia, la de un mitayero (cazador del monte o montaraz) que trabajaba cazando para los que se adentraban en la selva, cazaba monos, sachavacas, sajinos, entre otros animales y es así que entro a trabajar para unos madereros que se ubicaban a los lados del rio Pachitea. Cuentan que un día mientras iba acompañado del cocinero en la selva, vieron un animal de color blanco como el ganado a lo cual el cocinero dice “mira esa novilla, ¿Qué hace por estos lados?” El cazador que conocía varios secretos de la selva le dice “No es una novilla, eso es un Yanapuma, un tigre del demonio”, “recomiendo que regresemos al campamento, lo mejor es que le digamos a los demás para ir a otro sitio”. El cocinero lo miro divertido y se burló de él diciendo que se le había pegado los embustes de la gente de las tribus. Volvieron al campamento y el mitayero conto a los demás lo que habían visto, sin embargo tampoco los madereros consideraron las advertencias del cazador. El les explico muy serio: “Este tigre blanco es inofensivo de día, pero en la noche se vuelve un negro carnicero y ataca a las personas, el diablo se le mete al cuerpo y ni las balas lo hieren, solo con una lanza se le puede hacer daño”. Los madereros sueltos de risa le dijeron: “Tranquilo, ya veremos qué clase de mal es cuando venga a morir con nuestras balas”, “por estos cuentos que te asustan no vamos a salir corriendo con todos estos cedros y caobas que hemos encontrado, ¿verdad?”. Al día siguiente el mitayero fue solo al monte para conseguir carne, se hizo con una maquisapa y tranquilamente volvió al campamento feliz por la buena presa que había cazado, pero al llegar vio los cuerpos desperdigados de los madereros por todos lados, sus rifles estaban al costado, al parecer habían sido usados. Al comprobar el estado de los cuerpos se dio cuenta que estaban casi intactos salvo por unas heridas en el cuello, “esto lo hizo el yanapuma”, pensó, pues como el sabia, las marcas eran orificios de colmillos con los cuales les extrajo la sangre. El mitayero sintió mucho la muerte de sus compañeros, pero después se puso en modo de alerta pues el yanapuma aun debía estar por las inmediaciones así que subió a un árbol cercano armado con una lanza afilada y ahí espero. La noche avanzaba silenciosamente mortal hasta que se escuchó en un algún lugar cercano el rugido del animal. Del follaje emergió el Yanapuma oliendo en el aire a un humano aún con vida, quiso treparse en el árbol amenazante tomando por sorpresa al mitayero, este por un momento flaqueo pero sacando valor ataco al yanapuma atravesándolo con la lanza mientras este trepaba. Con un rugido que sacudió la selva cayó la bestia al costado del árbol. Este pensó en bajar pero por seguridad espero un momento más porque tal vez no había acabado, “mejor aguardar”, pensó. Fue así que entre los arbustos Una Yanapuma hembra apareció, acercándose a su compañero muerto al pie del árbol y mirando hacia arriba con ojos llenos de furia intento subir para tomar venganza, pero el cazador estaba bien apostado y logro darle un ataque certero acabando con la criatura. Espero un poco antes de bajar del árbol y mientras miraba los restos de sus compañeros pensó en esperar el amanecer para sepultarlos sin embargo se dio cuenta que estaba solo y lo mejor que podía hacer era no perder tiempo e ir a avisarle a los compañeros de otros campamentos cercanos que estaban a más de un día a pie de ahí, así que se puso en camino. En la noche mientras avanzaba en la oscuridad le pareció escuchar las voces de los que habían muerto en el viento, al parecer se disculpaban por no haberle creído y solo le decían que contara a todo el mundo la desgracia que había caído sobre ellos para advertir a la gente.
Cerca de este lugar vivía una joven princesa incaica. Que era conocida por todos como Huacca-China (la que hace llorar). Era una princesa de verdes pupilas, áurea cabellera y que cantaba de una manera extraordinaria hasta el punto que todo aquel que escuchaba su melodía lloraba, porque ella tenía un secreto y es que su corazón quedo enamorado de un feliz varón.
La princesa buscaba un rincón donde llorar y al hallarse libre, cavaba ante el árbol un hueco donde hundir el dulce nombre de su amor. Cierta vez en el hueco que había abierto en la arena, ante el algarrobo, se llenó de agua tibia y sumergió su blanca desnudez. Cuando salió del baño, se envolvió en la sabana y al verse en el espejo, descubrió un espía, un cazador, que al ver su belleza, quedó prendado de sus encantos, viniéndose como un sátiro, hacia ella. La princesa huyó seguida obstinadamente por el cazador entre las dunas y breñas en las cuales iba dejando trozos desgarrados de su manto, que por momentos dejaban ver su desnudez. La sabana quedó enredada en un zorzal y la princesa quedó desolada sin fijarse en nada. Entonces la sabana abierta se hizo arenal. Siguió huyendo la princesa con su espejo en alto, cuando quiso dar un salto tropezó y de su puño falto de fuerzas, se escapó el espejo. Y ocurrió una conmoción, pues el espejo roto se volvió una laguna y la princesa se transformó en una sirena que en las noches de luna sale a cantar su antigua canción.
Los Comatraneros (ciudadanos de la zona) sostienen que existe una corvina encantada, la cual dicen haberla visto, pero más que calan las redes nunca llegan a apresarla. También hay una leyenda de la vieja que toca su cajita para aumentar de ese modo el caudal del agua y es la explicación que da la gente para ese extraño sonido de los cerros cuando lo bate el viento.
Es uno de los personajes de mayor presencia en la narrativa oral andina. Se trata de un personaje prefigurado con presencia en las altas cordilleras, parajes desolados, lagunas y quebradas de los Andes. Tiene como característica primordial su gran medida corpórea y su aspecto de hombre blanco, barbudo y rubio o pelirrojo. Algunos han observado la similitud de este personaje con los antiguos conquistadores, Mistis o hijos de los terrieros españoles o mestizos blancos que teniendo fama de sanguinarios, inmorales y de lengua no reconocible por los quechuas, hacían de este un personaje diabólico e invencible como los ichillocllo o gnomos barbados, rubios lujuriosos que pueblan puquios y manantiales.
El "Nacaj" o Pishtaco no es un simple asesino. En su raíz mítica no mata por dinero ni por diversión, sino por mandato de superiores con el fin de obtener una dotación de grasa humana. Según versiones recientes recogidas en el Cuzco por F. Kauffmann (1974) esta grasa humana sería indispensable para el funcionamiento de maquinaria fina emplazada en Lima y para mezclarla con la gasolina para hacer volar a los aviones.
El pishtaco pudo ser en tiempos pre-colombinos un comisionado oficial del sacerdocio, proveedor de material para los sacrificios.
El Mapinguay es un enorme y corpulento animal, de un sólo ojo y con las patas traseras como de buey terminadas en garras. La única manera de destruirlo es cortándole el ojo.
Pero cuentan de un hombre que para librar a su hijo, a quien se llevaba el mapinguay, le arrojó ácido muriático a la cara. El monstruo, lleno de rabia, soltó al muchacho y abrió la desdentada boca abalanzándose contra el hombre, instante que este aprovechó para meter su mano por la boca del animal y cogiéndole la cola con toda fuerza jaló dándole vuelta al cuerpo del mapinguay y dejando al descubierto todo su interior.
Así murió el terrible monstruo pero sus congéneres siguen vagando por la inmensa selva.